Marlene Loza, locutora y productora de radio en 104.5 FM Valle de Bravo, llegó este verano a La Huerta San Agustín, Valle de Bravo, para ofrecer una actividad de verano con una misión clara: demostrar a niñas, niños y jóvenes que sus historias merecen ser escuchadas. A través de un taller de radio comunitaria impartido como parte de la oferta que año con año ofrece el Programa de Música de Fundación Valle La Paz a estudiantes de comunidades rurales de la región, no solo logró ese objetivo, sino que sembró la semilla de la escucha mutua, la creatividad sonora, la reflexión en equipo y la labor comunitaria.

Uno de los ejes centrales de la iniciativa fue renovar algunas ideas sobre el ámbito radiofónico. “Durante el primer día, percibí cierto escepticismo —algunas niñas y niños asociaban la radio con un medio del pasado o exclusivo de generaciones mayores”, relata Marlene. Sin embargo, esa distancia inicial se transformó en entusiasmo colectivo al descubrir ejemplos cercanos y el potencial creativo del medio. En ese sentido, nos cuenta que “su actitud cambió al escuchar programas hechos por y para infancias o al descubrir que íconos como Cri-Crí comenzaron en la radio”.
Así, la estrategia para motivar la creación de contenidos que abordaran su entorno inmediato combinó lo lúdico con lo técnico. Dinámicas como “El genio de la lámpara” –donde cada participante compartió un deseo que luego se convirtió en saludo radiofónico– y una serie de grabaciones en exteriores fomentaron no solo la participación, sino también la conexión emocional. Por ejemplo, “Daniela deseó volver a ver a su papá, que está trabajando en Estados Unidos. En el programa mandó un saludo; estoy segura que él podrá escucharla”, destaca Marlene.

Conforme se desarrollaban las diversas tareas del muy breve curso, el asombro se convirtió en la constante y les animó a experimentar con mayor soltura. Sin embargo, Marlene se enfrentó a un reto importante, la diversidad de edades, pues el grupo, conformado por estudiantes desde los 4 hasta los 15 años, requirió de una adaptación de las actividades con apoyo clave de las maestras Lavinia Negrete y Andrea Esquitín, coordinadora y docente del Programa de Música, respectivamente. La suma de esfuerzos fue crucial para el desarrollo del taller, “ellas adaptaban mis instrucciones a lenguaje lúdico para lxs más pequeñxs, mientras que lxs mayores asumían roles técnicos”. El resultado fue un ambiente de colaboración donde primó “el juego con propósito”.

El proyecto final, bautizado por lxs participantes como “Renacuajos de La Huerta San Agustín”, incluyó secciones como “Historias para no dormir” y “La entrevista”, donde lxs jóvenes no solo contaron leyendas locales –como “La cucha chichona”–, sino que reflexionaron sobre su identidad como comunidad. Los ejercicios fueron abriendo paso al pensamiento y a las preguntas, lo que representa un avance significativo en el aprendizaje.

“El impacto más profundo fue en su percepción de la voz colectiva. Ahora son creadores y no solo consumidores de contenido”, afirma Marlene.
Para ella, un punto clave fue la sesión de escucha final, donde fue posible tomarse el tiempo de disfrutar del programa: “Al escuchar el resultado, sus caras fueron un mapa de emociones. Desde el asombro (‘¡Esa soy yo!’) hasta el orgullo de reconocer a sus compañeros”. Ese instante reflejó la esencia del taller, pues la radio es una gran herramienta de autoafirmación y comunidad, además, gracias a su experiencia de aprendizaje, “descubrieron que un programa es el resultado de muchas mentes”.

La colaboración con Fundación Valle La Paz fue fundamental. “Su verdadera magia está en los detalles: convierten cada taller en un acto de amor con sentido de comunidad”, valora Marlene, y agrega que “creyeron en la loca idea de que niñas y niños podían hacer radio profesional, y eso lo hizo posible”.
Este taller no fue un punto final, sino el inicio de un camino donde las voces de La Huerta San Agustín ya resonaron con más fuerza y conciencia.
